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CAPITULO 14

Los años perdidos en la niñez de Jesús.
CAPITULO 14

Jesús estaba tan excitado como él. Accediendo a su deseo, el muchacho se despojó de sus prendas interiores, conservando puesto solo su túnica.
Así se ofreció a la admiración y al lascivo manoseo de los Sacerdotes.
No pasó mucho antes de que el Sumo Sacerdote, sumiéndose deliciosamente sobre su reclinada figura, se entregara por completo a sus juveniles encantos, y se diera a calar el estrecho ano, con resultados evidentemente satisfactorios.
Empujando, prensando, restregándose contra el, el Sumo Sacerdote inició deliciosos movimientos, que dieron como resultado despertar tanto su susceptibilidad, como la de su compañerito.
-Lo revelaba su pene, cada vez más duro y de mayor tamaño.
-¡Empuja! ¡Oh, empuja más hondo! -murmuró Jesús.
Entretanto Jonatán y Leví, cuyo deseo no admitía espera, trataron de apoderarse de alguna parte del muchacho.
Leví puso su enorme miembro en la mano de el, y Jonatán sin acobardarse, trepó sobre el cofre y llevó la punta de su voluminoso pene a sus gruesos labios.
Al cabo de un momento el Sumo Sacerdote dejó de asumir su lasciva posición.
Jesús se alzó sobre el canto del cofre. Ante el se encontraban los tres hombres, cada uno de ellos con el miembro erecto, presentando armas.
La cabeza del enorme aparato de Leví estaba casi volteada contra su peludo vientre.
La túnica de Yeshúa estaba recogida hasta su cintura, dejando expuestos sus duras piernas y muslos, y entre éstos el rosado y lujurioso pene con la cabeza palpitante, roja y descubierta.
¡Un momento! ordenó éste
Vamos a poner orden en nuestros goces.
Este hermoso muchacho nos tiene que dar satisfacción a los tres; por lo tanto es menester que regulemos nuestros placeres permitiéndole que pueda soportar los ataques que desencadenemos.
Por mi parte no me importa ser el primero o el segundo, pero como Jonatán se viene como un asno, y llena de humo todas las regiones donde penetra, propongo pasar yo primero.
Desde luego, Leví debería ocupar el tercer lugar, ya que con su enorme miembro puede partir en dos al muchacho, y echamos a perder nuestro juego.
-La vez anterior yo fui tercero -exclamó Leví- No veo razón alguna para que sea yo siempre el último. ¡Reclamo el segundo lugar!
Está bien, así será -declaró el Sumo Sacerdote-
Tú y Jonatán, compartirán el nido mojado.
-No estoy conforme -replicó el decidido eclesiástico.
Si tú vas primero, y Leví tiene que ser el segundo, pasando por delante de mí, yo atacaré junto con el, y así verteré mi ofrenda junto con la suya.
-Un momento! Grito Jesús. -Ya está bien de discutir ¡Se hará como salga! ¡Háganlo como quieran! Aguantaré todo; pero, dense prisa en comenzar!
Todos se miraron entre si, en el fondo de sus pensameintos, sabian quien mandaba ahí, pero no hicieron nada por cambiarlo.
Una vez más el Sumo Sacerdote introdujo su arma, inserción que el Niño Jesús recibió con todo agrado. Lo abrazó, se apretó contra el, y recibió los chorros de su eyaculación con verdadera pasión estática de su parte.
Seguidamente se presentó Leví. Su monstruoso instrumento se encontraba ya entre las duras piernas del joven. La desproporción resultaba evidente, pero el Sacerdote era tan fuerte y lujurioso como enorme en su tamaño, y comenzó a profundizar en las partes de el, con su miembro de mulo.
No es posible dar una idea de la forma en que las terribles proporciones del pene de aquel hombre excitaban la lasciva imaginación de Jesús, como vano seria también intentar describir la frenética pasión que le despertaba el sentirse ensartado y distendido por el inmenso órgano genital de Leví.
Después de una lucha que se llevó diez minutos completos, Jesús acabó por recibir aquella ingente masa hasta los testículos, que se comprimían contra su ano.
Yeshúa se abrió de piernas lo más posible, y le permitió al bruto que gozara a su antojo de sus encantos. Leví no se mostraba ansioso por terminar con su deleite, y tardó un cuarto de hora en poner fin a su goce por medio de dos violentas descargas.
Jesús las recibió con profundas muestras de deleite los espesos derrames del lujurioso Sacerdote.
Apenas había retirado Leví su monstruoso miembro del interior de Jesús, cuando éste cayó en los también poderosos brazos de Jonatán.
De acuerdo con lo que había manifestado anteriormente, Jonatán con bárbara violencia introdujo la palpitante cabeza de su instrumento entre los tiernos pliegues del orificio anal. La ancha cabeza de su arma era rechazada a cada nuevo asalto, no obstante la brutal lujuria con que trataba de introducirse, y el inconveniente que representaba el que se encontraran de pie.
Pero Jonatán no era fácil de derrotar. Lo intentó una y otra vez, hasta que en uno de sus ataques consiguió alojar la punta del pene en el delicioso orificio. Una vigorosa sacudida consiguió hacerlo penetrar unos cuantos centímetros más, y de una sola embestida el lascivo Sacerdote consiguió enterrarlo hasta los testículos.
Las duras nalgas de Yeshúa ejercían un especial atractivo sobre el lascivo Sacerdote .Una vez que hubo logrado la penetración gracias a sus brutales esfuerzos, se sintió excitado en grado extremo.
Empujó el largo y grueso miembro hacia adentro con verdadero éxtasis, sin importarle el dolor que provocaba con la dilatación, con tal de poder experimentar la delicia que le causaban las contracciones de las juveniles partes íntimas del menor. Jesús lanzó un grito aterrador al sentirse empalado por el tieso miembro de su brutal violador, y empezó una desesperada lucha por escapar, pero Jonatán lo retuvo, pasando sus forzudos brazos en torno a su breve cintura, y consiguió mantenerse en el interior del apasionado cuerpo de Jesús, sin flojear en su esfuerzo invasor.
Paso a paso, empeñado en esta lucha, el jovencito cruzó toda la estancia sin que Jonatán dejara de tenerlo empalado por detrás.

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