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CAPITULO 01

Los años perdidos en la niñez de Jesús.
CAPITULO 01

Nací, pero como no sabría decir cómo, cuándo o dónde. Seré, quizás el más pequeño e insignificante de los seres vivos, sin embargo quiero dejar claro testimonio de lo que vi a lo largo de mi vida mediante las historias que voy a relatar.
Todo cuanto os digo no es invento mío, el lector inteligente ha de buscar más información en los Libros Apócrifos. Si, estos son los libros que fueron excluidos del Canon de la Biblia por no reflejar en su contenido las enseñanzas de los Apóstoles y, por lo tanto, de Jesús, sin embargo dado que yo en persona fui testigo ocular de todas esas historias he de dejar en claro la veracidad de las mismas.
Dejad que sus mentes se iluminen con el conocimiento, han de saber que el Canon Bíblico se fijo inicialmente en el Sínodo Judío de Yamnia a comienzos del Siglo II y quedo oficialmente establecido el Siglo XVI (1545-1563) en el Concilio de Trento.
Los criterios fundamentales utilizados por la Iglesia para determinar que libros pertenecían a la Biblia y cuales no, fueron la pertenencia o autoría de un Apóstol o de una comunidad formada en torno a un Apóstol y el uso litúrgico. Los Textos que, finalmente, quedaron como canónicos, fueron aquellos que las primeras comunidades reconocieron como testimonios de uno que había "VISTO" al Señor, así como su uso litúrgico en la celebración y la vida de la Iglesia naciente.
Sin embargo pese a yo mismo, ser testigo presencial de los hechos; y pese a mis constantes esfuerzos por incluir mis libros en la Biblia, pues estos, desafortunadamente quedaron en el olvido.
Lo se, soy una insignificante pulga, que saltó de un sucio pesebre para acompañar a un lindo bebe que llego un día a mi vida sin previo aviso…
Extrañamente he tenido una vida muy larga, la cual se justifica simplemente por el hecho de dar a conocer todos mis conocimientos con el mayor de los detalles.
Mi vida transcurría en la más completa rutina, hasta que las cosas empezaron a dar un giro muy drástico. Ya mis recuerdos me retrotraen a la época en que vivía en una pequeña aldea de Galilea exactamente en Nazaret, allí podía encontrar el sustento diario, en un pequeño taller de carpintería; la familia que allí habitaba era muy humilde pero fieles seguidores de las leyes de los profetas.
Así pues estaba, como siempre, posado en la firme y blanca pierna de un jovencito de apenas doce años, el sabor de cuya sangre todavía recuerdo, así como el aroma de su Mmm... (Bueno…, estoy divagando...)
Como ya he dicho a este niño lo conocí desde su nacimiento, allá en Belén de Judá, el cual fue por demás extraño, y lleno de señales; por el tiempo en que Maria era prostituta se vio muy atraída por un soldado romano, llamado Panthera, con quien tuvo relaciones sexuales y de cuya unión engendro un varón, ya para ese tiempo había dejado las relaciones sexuales incestuosas que mantenía con su propio hermano, según relatos de mis parientes en Alejandría, claro todo esto sucedió antes de que la desafortunada jovencita pierda la razón definitivamente.
Pero no nos desviemos del tema. El recién nacido fue llevado a Egipto pues en su pueblo natal se encontraba el último Rey de los Judíos, Herodes, quien había decidido matar a mi pequeño amigo. A la muerte de este; José, el carpintero, tomo a María y al Niño Jesús y se vino a la tierra de Israel, pero temió ir a Judea sabiendo que allí reinaba el hijo de Herodes, llamado Arquelao, entonces fue que decidió venir a Galilea a este pueblo llamado Nazaret.
Por aquel tiempo las cosas se habían normalizado, el pequeño varón fue creciendo saludablemente. El niño era juguetón risueño y agradable, aunque muchas veces mostraba un apetito insaciable y curiosidad por saber cosas que normalmente atormenta a la gente adulta.
Mas tarde el pequeño, seria conocido como Yehoshuah de Nazerat tal como lo predijeron los profetas Isaías y Jacob.
Ya pues desde pequeño, le gustaba ir al Templo cada año, cuando viajaban a Jerusalén para la fiesta de Pascua, allí escuchaba atento las palabras de los Principales Sacerdotes y a los Maestros de la Ley, aunque ese año fue especial pues los doce años era la edad a partir de la cual el adolescente debía observar las prescripciones religiosas.
Ese hubiera sido un día como cualquiera sin embargo sucedió algo diferente. Los maestros habían terminado de dar las enseñanzas... y todos los asistentes se disponían a retirarse...
Yo tengo muy aguzados los sentidos de la vista y el oído, y pude ver cómo, en el momento en que cruzaba el pórtico, un joven mayor que el, deslizaba en la mano de mi pequeño amigo un trozo de pergamino doblado... y pude ver que su nombre aparecía en el exterior de aquel mensaje de amor.
Jesús era un niño de rostro angelical y de figura perfecta. No obstante su juventud, su cuerpo ya empezaba a tomar fuertes proporciones por los incansables juegos así como por el trabajo en la carpintería donde laboraba ayudando a su padre José. Su rostro acusaba una picardía encantadora; su aliento era suave como los perfumes de Arabia, y su piel parecía de terciopelo.
Jesús como lo llamaba su madre, sabía, desde luego, cuáles eran sus encantos, y erguía su cabeza con tanto orgullo como pudiera hacerlo el mismo Emperador. No resultaba difícil ver que despertaba admiración al observar las miradas de anhelo y lujuria que le dirigían las jóvenes, y a veces también los hombres más maduros.
Sin embargo, sin prestar la menor atención, el mozuelo se encaminó con paso decidido hacia la casa donde estarían hospedados el y sus padres, por los días que duren las fiestas. Al llegar a su pulcra morada se dirigió rápidamente a su alcoba. No diré que lo seguí, puesto que iba con el, y pude contemplar cómo el gentil jovencito se tumbo en la cama a fin de sacarse las polvorientas sandalias que adornaban unos pies fuertes y a la vez perfectos y suaves.

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