Contenido:
LIBROS APOCRIFOS ES ES UN BLOG PARA GAYS VARONES ADULTOS.
*Cuando en este Blog se usan los términos "Chiquillo" o "Niño" son Sólo en forma de jerga o lenguaje coloquial, entendiéndose que se hace referencia a personas Adultas. Todos los modelos aqui mostrados son de 18 años o mayores.
LIBROS APOCRIFOS es un Blog hecho de relatos, y sólo tiene sentido para aquellos que se saben cultores del homo erotismo leído. Los temas incluyen Sexo Intergeneracional, Incesto, Sadismo, Sexo sin proteccion, Fisting, Lluvias y Fetiches Extremos Ilimitados en General.
LIBROS APOCRIFOS no posee ninguna propiedad sobre las imágenes existentes, las cuales fueron tomadas de diversos sitios de libre circulación en Internet.
*Si por alguna razón consideras que alguna de las imágenes no debe figurar aquí, por favor, contáctame y será removida.
*Este sitio contiene material prohibido para Menores de Edad e inconveniente para personas sin amplio criterio que puedan sentirse ofendidas por su contenido. Si te sientes ofendido o incomodo con la presencia de hombres desnudos, por favor RETIRATE.
*Para intercambio de links, envíame un mail.
ACTUALIZACION: CAPITULO 1, 2, 3, 4... MAS ILUSTRACIONES EN PROCESO...
LEER CAPITULO 01
LEER CAPITULO 02
LEER CAPITULO 03
LEER CAPITULO 04

AL 01.JUN.10 - MAS DE 20,300 VISITAS DESDE 91 PAISES!
EL 99.5% DE LOS QUE NOS VISITAN, REGRESAN POR MAS! 56 Seguidores.
COMENTAME TUS FANTASIAS, TUS SUEÑOS, QUE TE GUSTARIA LEER AQUI... !!!

EL CONTROL DEL AUDIO, ---> AL FINAL DE LA PAGINA.

Seguidores

CAPITULO 19

Los años perdidos en la niñez de Jesús.
CAPITULO 19

Era el cordero en las fauces del lobo. La paloma en las garras del águila.
Sin piedad ni atención siquiera por los sentimientos de el, atacó por encima de todo hasta que, demasiado pronto para su propio afán lascivo, dando un grito de placentero arrobo, descargó en el interior de su hijo un abundante torrente de su incestuoso fluido.
Una y otra vez los dos infelices disfrutaron de su víctima.
Su fogosa lujuria, estimulada por la contemplación del placer experimentado por el otro, los arrastró a la insanía.
Mientras Jonathán penetraba el ano de Jesús, José se arrodillaba por delante para contemplar el acto mas de cerca mientras le succionaba el largo pene erecto. Después de un largo rato de jadeo ya casi al concluir -con verdadero deleite- se puso a succionar los labios del dilatado ano rebalsante de semen.
Aquella noche acompañé a Jesús a la cama. El descanso siguió a la cena con que repuse mis energías y hubiera encontrado un retiro seguro y deliciosamente cálido en el tierno cuerpo de Jesús, de no haber sido porque, a medianoche, un violento alboroto vino a trastornar mi digno reposo.
El jovencito había sido sujetado por un abrazo rudo y poderoso, y alguien aprisionaba fuertemente su cuerpo.
Un grito ahogado acudió a los atemorizados labios de el, y en medio de sus vanos esfuerzos por escapar, y de sus no más afortunadas medidas para impedir la consumación de los propósitos de su asaltante, reconocí la voz y la persona de su padre.
La sorpresa había sido completa, y al cabo tenía que resultar inútil débil resistencia que el podía ofrecer.
Su padre, con prisa febril y terrible excitación provocada por el contacto con sus extremidades, tomó posesión de sus más secretos encantos y presa de su odiosa lujuria adentró su pene rampante en su joven hijo. El lugar era terriblemente oscuro sin embargo el rostro del Niño Jesús iluminaba todo el lugar, José no podía mas que contemplar con un aire de goce los hermosos labios entreabiertos y los ojitos cerrados que denotaban la excitación y lujuria del menor, mientras que disfrutaba poseyendo ferozmente el ajustado y caliente recto.
Siguió a continuación una furiosa lucha, en la que cada uno desempeñaba un papel distinto.
El violador, igualmente enardecido por las dificultades de su conquista, y por las exquisitas sensaciones que estaba experimentando, enterró su tieso miembro y trató por medio de ansiosas acometidas de facilitar una copiosa descarga, mientras que Jesús, cuyo temperamento no era lo suficientemente prudente como para resistir la prueba de aquel violento y lascivo ataque, se esforzaba en vano por contener los violentos imperativos de la naturaleza despertados por la excitante fricción de su pequeña próstata, hasta que, al cabo, con grandes estremecimientos en sus miembros y la respiración entrecortada se rindió al placer que el henchido dardo deliciosamente prodigaba en su interior.
José no tuvo gran dificultad en lograr su propósito, si bien la pugna pareció excitarlo hasta el frenesí. La Cama se mecía y temblaba; la habitación entera vibraba con la trémula energía de su lascivo ataque; ambos cuerpos se encabritaban y rodaban, convirtiéndose en una sola masa.
La lujuria, fogosa e impaciente los llevaba hasta el paroxismo en ambos lados. El daba las estocadas, empujaba, embestía, se retiraba hasta dejar ver la ancha cabeza enrojecida de su hinchado pene junto al rojos ano de Jesús, para hundirlo luego hasta los negros pelos que le nacían en el vientre, hasta que un suspiro entrecortado delató el dolor y el placer de el.
Poseído por el frenesí de un deseo recién renacido y todavía no satisfecho con la posesión de tan lindo fruto, el brutal José dio vuelta al cuerpo de su semi desmayado hijo, untándole el ano con la leche que inundaba su sexo, empujó su índice lo más adentro que pudo.
Su pasión había llegado de nuevo a un punto febril. Encaminó su pene hacia las rotundas nalgas, y encimándose sobre su cuerpo recostado, situó su reluciente cabeza sobre el pequeño orificio, esforzándose luego por adentrarse en él nuevamente.
Al cabo consiguió su propósito, y Jesús recibió en su recto, en toda su extensión, la vara de su padre. La estrechez de su ano proporcionó al mismo el mayor de los placeres, y siguió trabajando lentamente de atrás hacia adelante durante un cuarto de hora por lo menos, al cabo de cuyo lapso su aparato había adquirido la rigidez del hierro, y descargó en las entrañas de su hijo torrentes de leche.
Ya había amanecido cuando José soltó a su hijo del abrazo lujurioso en que había saciado su pasión, logrado lo cual se deslizó exhausto para buscar abrigo en su frío lecho.
Jesús, por su parte, rendido, se sumió en un pesado sueño, del que no despertó hasta bien avanzado el día. Cuando salió de nuevo de su alcoba, Jesús había experimentado un cambio que no le importaba ni se esforzaba en lo más mínimo por analizar.
La pasión se había posesionado de él para formar parte de su carácter.
Se habían despertado en su interior fuertes emociones sexuales, y les había dado satisfacción. El refinamiento en la entrega a las mismas había generado la lujuria, y la lascivia había facilitado el camino hacia la satisfacción de los sentidos.
Jesús casi un niño inocente, hasta hacía bien poco, se había convertido de repente en un homosexual de pasiones y de lujuria incontenible.

Leer más...

ESCRIBE LO QUE QUIERAS...

deja tu comentario...