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CAPITULO 26

Los años perdidos en la niñez de Jesús.
CAPITULO 26

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Precisamente frente a el se encontraba un joven rústico de unos dieciocho años, de facciones bellas, aunque de expresión bobalicona, con la mirada puesta en los brillosos corceles entregados a su pasatiempo.
Pero lo que encadenó la atención de éste en el muchacho fue el estado en que aparecía su vestimenta y la aparición de un tremendo miembro de roja y bien desarrollada cabeza, que desnudo y exhibiéndose en su totalidad se erguía impúdico.
No cabía duda sobre el efecto que el espectáculo desarrollado en la pradera había causado en el muchacho, puesto que éste se había subido bien la túnica, para apresar entre sus nerviosas manos un arma que aunque juvenil de verdad muy respetable.
Con ojos ansiosos devoraba la escena que se desarrollaba en la pradera, mientras que con la mano derecha desnudaba la firme columna para friccionarla vigorosamente hacia arriba y hacia abajo, completamente ajeno al hecho de que un espíritu afín era testigo de sus actos.
Una exclamación de sobresalto que involuntariamente se le escapo a Jesús motivó que el mirara en derredor suyo, y descubriera frente a el, al guapo niño, en el momento en que su lujurioso miembro estaba completamente expuesto en toda su gloriosa erección.
-¡Por Jeova! –exclamó Jesús tan pronto como pudo recobrar el habla.
¡Que visión tan espantosa! ¿Qué estas haciendo con esa cosa roja?
El mozo, humillado, trato vestirse, pero su evidente confusión y la rigidez adquirida por el miembro hacían difícil la operación, por no decir enfadosa.
Jesús acudió solícito en su auxilio.
-¿Qué es esto? -Deja que te ayude. -¿Cómo se salió?
-¡Qué grande y dura es! -¡Que larga tu cosa!
Uniendo la acción a las palabras, la jovencito poso su pequeña mano en el erecto pene del muchacho, y estrujándolo en su calida palma hizo mas difícil aún la posibilidad de poder regresarlo a su escondite.
Entretanto el muchacho, que gradualmente recobraba los ánimos y advertía la inocencia de su nuevo amiguito, se abstuvo de hacer nada en ayuda de sus loables propósitos de esconder el rígido y ofensivo miembro.
En realidad se hizo imposible, aun cuando hubiera puesto algo de su parte ya que tan pronto como su mano lo cogió adquirió proporciones todavía mayores, al mismo tiempo que la hinchada y roja cabeza brillaba como una ciruela madura.
-¿Qué debo hacer? –Pregunto Jesús, al tiempo que dirigía una mirada de enojo a la hermosa faz del rústico muchacho.
-¡Ah, que divertido eres! -Suspiró el mozuelo-.
¿Quien hubiera podido decir que estabas tan cerca de mi cuando me sentí tan mal, y comenzó a palpitar y engrosarse hasta ponerse como está ahora?
-¿Estas mal? ¿Cómo te puedo ayudar?, Pregunto Jesús, apretando más aún y sintiendo que las llamas de la lujuria crecían cada vez más dentro de el-.
-¿Viste lo que hacían los caballos en la pradera? -Preguntó el muchacho, mirando con aire interrogativo a Jesús. cuya belleza parecía proyectarse sobre su embotada mente como el sol se cuela a través de un paisaje lluvioso.
-Si, lo vi. -Replicó el niño con aire inocente- ¿Qué estaban haciendo? ¿Qué significaba aquello?
-Estaban cachando -repuso el muchacho con una sonrisa de lujuria-. -El deseaba a la hembra y la hembra deseaba al semental. Así es que se juntaron y se dedicaron a follar.
-¡Vaya, qué curioso! -Contestó Jesús.
-Contemplando con la más infantil sencillez el gran objeto que todavía estaba entre sus manos, ante el desconcierto del muchacho.
-De veras que fue divertido. ¿verdad? ¡Y que instrumento! ¿Verdad?
Inmenso -murmuró Jesús sin dejar de pensar un solo momento en la cosa que estaba frotando de arriba para abajo con su mano.
-¡Oh, cómo me cosquilleas! -Suspiró su compañero! ¡Qué hermoso eres...! ¡Y que bien lo frotas! Por favor, sigue. Tengo ganas de acabar.
-¿De veras? -murmuró Jesús- ¿Puedo hacer que termines?
Jesús miró el henchido objeto, endurecido por efecto del suave cosquilleo que le estaba aplicando, y cuya cabeza tumefacta parecía que iba a estallar.
El prurito de observar cuál seria el efecto de su ininterrumpida fricción se posesionó por completo de el, por lo que se aplicó con redoblado empeño a la tarea.
-¡Oh, sí, por favor! ¡Sigue! ¡Estoy próximo a terminar! ¡Oh! ¡Oh! ¡Qué bien lo haces!
¡Apriete más... frota más a prisa! ¡Pélala bien!... ¡Ahora otra vez...! ¡Oh, cielos! ¡Oh!
El largo y duro instrumento engrosaba y se calentaba cada vez más a medida que el niño lo frotaba de arriba abajo.
-¡Ah! ¡Uf! ¡Ya viene!
¡Uf! ¡Ohhhh!


-Exclamó el rústico entrecortadamente mientras sus rodillas se estremecían y su cuerpo adquiría rigidez, y entre contorsiones y gritos ahogados su enorme y poderoso pene expelió un chorro de liquido espeso sobre las manos de Jesús, que, ansioso por bañarlas en el calor del viscoso fluido, rodeo por completo el enorme dardo, ayudándolo a emitir hasta la última gota de semen.
Jesús, sorprendido y gozoso bombeó cada gota -que hubiera chupado de haberse atrevido poniendo las palmas sobre el suelo limpio la espesa y perlina masa de sus manos.
Después el jovenzuelo, humillado y con aire estúpido. se guardó el desfallecido miembro, y miró a su compañero con una mezcla de curiosidad y extrañeza...
¿Dónde vives? -preguntó al fin, cuando encontró palabras para hablar.
-No muy lejos de aquí -repuso Jesús-.
-¿Por qué no jodemos como el semental y la potranca? -Sugirió el joven, cuyo ardor, apenas apaciguado, Comenzaba a manifestarse de nuevo.
-Tal vez lo hagamos algún día, pero ahora, no. Llevo prisa porque estoy retrasado. Tengo que irme enseguida.
-Déjame tocarte por favor... -Dime ¿Cuándo vendrás de nuevo?
-Ahora no -dijo Jesús, retirándose poco a poco; pero nos encontraremos otra vez. Jesús acariciaba la idea de darse gusto con el formidable objeto.
¿Ya lo has hecho antes? -No. Pero deseo hacerlo... ¿No me crees?
-Esta bien, entonces te diré que sí, lo he hecho. -¡Qué barbaridad -comentó el Niño.
-A mi padre le gustaría también joderte -agregó sin titubear ni prestar atención a su movimiento de retirada.
-¿Tu padre?¿Y cómo lo sabes?
-Porque mi padre y yo jodemos juntos. Su Instrumento es mayor que el mío.
-Eso dices tú. Pero ¿Será cierto que tu padre y tú hacen estas cosas juntos?
-Si, claro está, que cuando se nos presenta la oportunidad.-Deberías verlo joder -¡Uy, uy! y rió como un idiota.
No pareces un muchacho muy despierto -dijo Jesús.
-Mi padre no es tan listo como yo. -Replicó el joven riendo más todavía, al tiempo que mostraba otra vez la verga semi enhiesta.
Ahora ya sé cómo follar, aunque sólo lo haya hecho una vez. Deberías verme joder.
Lo que Jesús pudo ver fue el gran instrumento del muchacho, palpitante y erguido.
-¿Con quién lo hiciste? -Con un chico de catorce años. Ambos lo jodimos, mi padre y yo nos lo dividimos.
-¿Quien fue el primero? -inquirió Jesús. -Yo, y mi padre me sorprendió. -Entonces él quiso hacerlo también y me hizo sujetarlo.
-Lo hubieras visto joder. ..¡Uy! Unos minutos después Jesús había reanudado su camino y llegó a casa sin posteriores aventuras.

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